12 de enero de 2010

Al mismo tiempo

Mi casa tiene mis objetos… ¿o mis objetos tienen mi casa? ¿Acaso es mi casa o sólo paso por ella de vez en cuando? Guardo cosas por las dudas, tiro otras de bronca, reutilizo algunas perdidas. El desorden ayuda a que uno ordene.
Pensar en el mundo de cada cosa: el color, el gusto, el aroma… pareciera tener todo un lugar fijo. Pero no pasa mucho tiempo hasta que admito que algo sobra y algo falta. De la pieza a la cocina con un rallador que quedó perdido en un escritorio; de la cocina al baño con un toallón que nunca vió el tender; del baño al patio con un balde vacío. Desde el patio… ¿adónde voy desde el patio?
Paseo por las nubes, me subo a las estrellas y construyo mis propias constelaciones, arbitrariamente… ¿acaso no hicieron eso ya en otro tiempo? ¿por qué yo no puedo? Sí puedo, es mi secreto de alcoba sin techo.
Ya sé… ya sé adonde voy desde el patio: a la terraza, para arroparme en una cama de rocío frío. La cama es tan monótona a veces. Se siente más soledad allí que debajo del cielo.
De vuelta en casa, todo me mira. Pero no les hago caso. Apago la luz y me cubro de sueños acolchonados mientras miro mis constelaciones moverse.
Son mis cosas, deifinitivamente. Y son mi casa. Yo soy ellas y ellas son conmigo. Pues sin nadie que las mire, nadie las poseería.


12/04/2007

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