12 de enero de 2010

Sin Título

Hace todo con premura, nada ni nadie rompe el orden que ha generado. Cuando se acercan, es como levantar una mano para preguntar a la señorita. Nada de abruptos ni insolencias. La gente fastidia, creen que ella es parte del cpu del escritorio y de vez en cuando, por qué no, la comprensiva empleada con quien el cliente siempre tiene razón. Nada de eso. Aquí Elisa pone el orden y al que no le gusta puede ir sacando número para hacer la próxima pregunta.
El del bar le acerca un café, Roberto, y siempre le dice: “Eli, lo de siempre. Por favor no deje que se enfríe”. Ella toma la taza y la coloca sobre el espacio que ha dispuesto para ello. Junta los papeles y los deja descansar cinco minutos bajo la parker de plata y negra. Sus dos manos en la taza y el primer sorbo que deja su espuma en la boca y por la que Roberto le ha traído la servilleta. Cinco menos cuarto. Hora de empezar a retirarse. Los sellos en su lugar, una breve repasada al escritorio y listo. Apaga el cpu, pero no sin antes cerrar cada uno de los programas y responder el último mail del día con un “Saluda atentamente, Elisa Olivetti”. Acomoda la silla contra el escritorio y abre las cortinas: para llegar la semana próxima con el sol en su oficina.
Cinco en punto: fichar. Saludar al portero y esperar a Roberto con su furgoneta para tomar tempranito la ruta a Mar del Plata: sus merecidas vacaciones

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