5 de abril de 2011

Todo por un peso con veinte

Una comodidad difícil, la de seguir en el mismo sitio a la misma hora en el mismo lugar. Un bien estar incalculable la no presión del medio mas apretujante, un stand-by continuado.

Salir corriendo por las calles, buscar, buscar, buscar, eso que dice: ¡por ahi!.

Estelita toma su café en los 5 minutos que le toma también ponerse loz zapatos, elegir la cartera, pasar las cosas de bolso a bolso, peinarse, maquillarse y repasar la lista de cosas que no tiene preparada de lo que debe llevar. Esperando no olvidar lo que todavía no sabe que ya se olvidó.

Sale a la calle mirando el piso, el primer reflejo es el primer indicio de que el día ha comenzado. A los pocos pasos ya levanta la mirada, los colectivos la saludan con un brillatne olor a aceite quemado y suciedad pegada de varios días.

En el super esperan abrir prontamente, esperan sentados, cada uno en su lugar y sin hablar una sola palabra a que la persiana les diga que ya es hora.

En la plaza corren maratones, chimentos, bochas, ajedrez y unas clases de yoga. Mientras de fondo los ventiladores naranjas portátiles juegan a ser viento y reyes de la polvareda.

Hola, $ 1,20 por favor. Silencio. La máquina dice $ 1,20, está todo dicho. Monedas y listo. Un pasaje al trabajo.

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